Pensando La Escuela 2024 | La Carlota | Córdoba | Argentina

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La escuela es una institución fundamental para la formación de ciudadanos íntegros y sujetos de derechos, y su rol debe adaptarse a las demandas de su entorno cercano. Es una  institución que se piensa y desarrolla en su contexto, y a la vez se percibe parte de un sistema. No compite con otras por la calidad, sino que busca la mejora continua y permanente a partir del reconocimiento de sus logros y dificultades. Es el lugar de la comunidad que garantiza el derecho a aprender, también la que promueve la justicia educativa, la equidad y la inclusión, y se preocupa y se debe ocupar de construir colectivamente el mejor ambiente escolar.
Una escuela situada requiere pensar, hacer y desarrollar herramientas que permitan responder a las necesidades y características de su propio contexto, y el Plan Educativo se configura entonces como un instrumento dinámico y participativo, que habilita construir una identidad institucional sólida, basada en una visión compartida del aprendizaje. Esta construcción situada se convierte en la base para el desarrollo de estrategias pedagógicas pertinentes, significativas e innovadoras, que conectan los aprendizajes con la realidad cotidiana de quienes asisten a ella.
Si el PEI es la base;  la profesionalización docente es un pilar fundamental para la construcción de una escuela de calidad; asumiendo un rol activo en la elaboración del currículum, transformándose en agentes de cambio capaces de adaptar los contenidos y metodologías de enseñanza a las realidades específicas de su contexto, porque lo investigan, lo interpelan, lo desentraman; dando paso a un currículum situado que, tal como lo señala Gimeno Sacristán (2010) es una herramienta flexible que se construye a partir de la interacción entre los docentes, los y las estudiantes, y el contexto. La profesionalización docente en el ámbito educativo es un proceso dinámico e intrínsecamente ligado a la  enseñanza y el aprendizaje. La formación de estudiantes, exige una reflexión constante y una reformulación permanente de los principios filosóficos, sociales, éticos y pedagógicos que sustentan la educación. Esto responde tanto al mandato constitucional que consagra la educación como un derecho fundamental, como a la necesidad de dar respuesta a las demandas sociales en un contexto globalizado donde las fronteras se desvanecen y las innovaciones tecnológicas reconfiguran el panorama educativo.
Con un enfoque curricular centrado en el desarrollo de capacidades , el aprendizaje personalizado y la integración de las tecnologías digitales, se requiere una revisión profunda de los contenidos, priorizando aquellos que son relevantes para la vida real y que permiten a los estudiantes progresar en capacidades específicas; es dar la posibilidad de generar un currículum que se adapte a cada estudiante, y de reconocer que cada uno tiene sus propios ritmos de aprendizaje, intereses y necesidades. En este sentido, ese currículum debe ofrecer a los docentes herramientas y estrategias para atender la diversidad en el aula y diseñar experiencias de aprendizaje que sean significativas, pero su vez deben estar preparados para comprender el enfoque del currículum en modo transformación (Operti.2022)  y sus implicaciones pedagógicas.
La educación entendida como perfectible que se orienta al desarrollo de capacidades fundamentales potencia su PCI (Programa Curricular Institucional) dentro del marco del PEI para definir y acompañar dichas capacidades; garantizar los aprendizajes a través de ellas, es una oportunidad única para consensuar un currículum ajustado a su realidad. Este desafío exige una acentuada reflexión sobre la profesionalización docente. Esta tarea compleja, que compromete la participación activa de toda la comunidad educativa, requiere docentes con las competencias necesarias para diseñarlos, implementarlos y evaluarlos; articulando propósitos, contenidos y metodologías, y repensando las estrategias de enseñanza y evaluación.  
La transmisión efectiva del conocimiento demanda propiciar condiciones pedagógicas que favorezcan una buena convivencia. En este sentido, la convivencia implica promover el reconocimiento mutuo, la aceptación del otro y de la diferencia, habilitar espacios de escucha y diálogo, respetar posiciones, puntos de vista divergentes, fomentar la argumentación y, en definitiva, democratizar las relaciones entre los actores institucionales. Nuestra esencia como seres humanos reside en la capacidad de establecer vínculos con otros. La necesidad de convivir, crear lazos, simbolizar y aprender es lo que nos define y da sentido a nuestra existencia. El orden escolar, en su esencia, debería ser un espacio que fomente estas conexiones y la amorosidad. La búsqueda de reconocimiento y aceptación por parte de los demás es una necesidad intrínseca del ser humano, ya que en ella radica la búsqueda de significado para la vida. En este proceso, la mirada del otro entra en escena; y la convivencia escolar también atraviesa a las trayectorias educativa. En este contexto, surgen experiencias enriquecedoras que demuestran el potencial de la imaginación pedagógica para integrar el vínculo entre currículum, enseñanza y convivencia, dimensiones que suelen estar desarticuladas en el ámbito escolar. Un currículo situado reconoce la importancia de estos vínculos y los convierte en el eje central del proceso educativo.
La profesionalidad del docente afirma y establece relaciones sólidas con sus estudiantes y crea un ambiente de confianza y respeto en el aula, y a su vez fomenta la colaboración y el trabajo en equipo entre los y las estudiantes y los anima a evaluarse teniendo una perspectiva de sí mismos como aprendices en proceso de mejora permanente.
Son los docentes, a través de sus "oficios del lazo" (Frigerio, 2017), quienes asumen un rol fundamental en el acompañamiento y el trazado de cartografías del deseo. Ellos, guiados por las artes del cuidado, abren nuevos caminos y posibilidades, creando las condiciones necesarias para que los y las estudiantes encuentren sus propios modos de aprendizaje. De esta manera, reafirman su compromiso de fomentar posibilidades y generar espacios propicios para la aparición de lo nuevo, especialmente en contextos desafiantes e inciertos.
En resumen, en un contexto educativo cada vez más complejo y cambiante, la cultura institucional se convierte en un componente esencial para afrontar los desafíos de la educación actual. Una cultura institucional positiva puede contribuir a mejorar la motivación de los estudiantes, fortalecer el trabajo docente, promover la innovación educativa y, mejorar los resultados de aprendizaje; por ello un currículo situado con sentido y  la profesionalización docente son recursos primordiales para crear un sistema educativo que valore la conexión humana como base del aprendizaje y prepare a los estudiantes para una vida plena.
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